Las oraciones no son monedas…

Meditación: Lucas 11, 5-13

Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá. (Lucas 11, 9)

Esta promesa de Jesús, entendida literalmente, pareciera que es como una máquina dispensadora: se pone la moneda (una petición) y sale el producto (la respuesta). Pero el Señor quería algo más profundo que una oración automática, y quería enseñarnos algo acerca de nuestro Padre celestial, sin dejarnos algo que se preste a interpretación incorrecta ni abandonarnos jamás. ¡Cristo nos ama demasiado para eso! Dado que nos conoce mucho mejor de lo que nosotros mismos nos conocemos, el Señor sabe qué es lo que realmente necesitamos y lo que deseamos tener.

¿Significa esto que debemos dejar de pedir las cosas que queremos recibir? No, en absoluto. A Dios le agrada que le pidamos cosas, aunque las peticiones sean imprudentes o mal orientadas. Cada vez que rezamos, nos ponemos en su presencia y eso nos dispone a recibir su gracia, aun cuando Dios no nos dé inmediatamente lo que le pidamos.

Lo importante es saber que Dios siempre nos escucha; atiende nuestra oración, porque todo lo bueno que queramos pedir ya lo sabe él, que quiere nuestro bien más que nosotros mismos.

Como dice el padre Llucià Pou Sabaté, “es como cuando salimos a tomar el aire o nos ponemos al sol o nos damos un baño en el mar: nosotros nos ponemos en marcha con esa intención, pero el aire y el sol y el agua ya estaban allí. Cuando le pedimos a Dios que nos ayude, manifestando así nuestra debilidad y nuestra confianza de hijos, nos ponemos en sintonía con sus deseos, que son previos a los nuestros.”

Pero la oración no se limita a querer recibir algo. Es en la oración donde tenemos el privilegio de profundizar nuestra relación con el Señor, alabar a Dios y darle gracias, e interceder por aquellos que todavía no lo conocen. Por eso, Cristo nos exhorta a rezar con firme persistencia, con obstinación, porque si lo hacemos así, aprenderemos a reconocer que lo más importante para Dios es aquello que contribuye a construir su Reino en la tierra.

“Padre, enséñame a perseverar en la oración, y seguir pidiendo, buscando y tocando y así recibir tu Reino. Te pido, Señor, que me ayudes a profundizar mi relación con Jesucristo, mi Señor y Salvador, y compartir con otros lo que él ha hecho en mi vida.”

Gálatas 3, 1-5
(Salmo) Lucas 1, 69-75

http://la-palabra.com/meditations/